Para ésta pregunta hay muchas respuestas y, empujada por el ánimo de
una amiga, he decidido hacer una entrada para explicarlo. No porque haya un público
hambriento de dicha información, sino porque es una forma de auto-entenderme.
Primeramente por falta de público. Cuando sabes que disfrutas cantar
y tienes una voz medianamente decente, tal vez te de pena y te escondas del
público para evitar quedar en vergüenza. Pero, entre más fácil se vuelve esconderte
para cantar, más aburrido es.
Yo necesito que me digan: “Nancy, escribes de la ching@d@, haznos un
favor y deja de hacerlo” ó “Te falta meterle punch”. Así como, en palabras de
Vicente Fernández: “mientras el público
siga aplaudiendo, nosotros seguimos cantando”. Eso me hizo falta, tener alguien
a quien llegar... porque, de una u otra
manera, por mucho que disfrutes simplemente el espacio libre, tarde o temprano
la soledad mata.
Ahora, mucho de lo que hago es quejarme, lo cual es difícil si no
tienes a quien reclamar.
Después, creo que me pegó la falta de depresión. Una de las personas
más innecesarias en éste mundo me trajo de un hilo y me inspiraba muchísimo,
aunque fuera por razones equivocadas. Por alguna razón fue motivo de que
llenara hojas y hojas de Word con rimas y prosas, llenas de pasión y tristeza.
Pero, cuando llegó a mí la persona que me enseñó que el amar no debe
ser sólo de un lado, mi depresión murió y regresé a ser objetiva.
Tercer punto (y, probablemente, el más importante): LA FLOJERA.
Y otras tantas cosas más…
Lo que sí es que no debería importarme si alguien lee o no lo que
escribo, porque no es mi escenario... sino mi válvula de escape. Nunca he
tenido miedo de hablar directamente y decir lo que siento; empezar ahora, a mis
casi 26 años de edad sería una tontería.
Digo, hay momentos en que odio tanto a una persona que quisiera
sacarle los intestinos con una cuchara de plástico. Guardar esos sentimientos
no es bueno, además que a alguien pudiera entretenerle y no está en mí el ser
egoísta.
Y sé que, al publicar en Facebook, muchas personas sensibles (por no
decirles maricones) pueden sentirse ofendidos con mis textos. No es que el
hacer llorar a alguien me represente un problema, nunca lo ha hecho; pero
tampoco es propiamente necesario ni me da muy buena fama.
Así que, si la pereza y mis múltiples actividades no me lo impiden,
regresaré a éste desierto recinto y trataré de sacarle provecho.
Quiero cumplir unos 10 años más y regresar a ver si era tan tarada
como recordaba.