26 de abril de 2009

[Si es niña, ponle mameluco rosa]




Desde que nacemos, estamos destinados a llevar una etiqueta según nuestro sexo. Hombre o mujer, no hay de otra. Desde ese preciso instante, o incluso mucho antes de nacer (bendita tecnología), ya se sabe si usaremos cobijita rosa o azul. Ya ni siquiera pantalones o falda.


Es bien sabido (aunque parece que las feministas no lo entienden) que la naturaleza nos da diferentes roles a todos los seres vivientes según el sexo. En la mayoría de los animales, las hembras son las encargadas del hogar, de cuidar a las crías y administrar los recursos; los machos son la fuerza bruta cuya principal aportación es la comida (o dinero), seguridad contra los depredadores y, claro está, espermatozoides.

Eso no significa que los machos no puedan administrar o cuidar a los bebés, ni que la mujer sea incapaz de conseguir comida y proteger la casa. Vean National Geographic, Discovery Channel, Animal planet, etc y verán a uno y mil animales que prueban este punto. Por ejemplo: los leones.

No, no digo que las mujeres sean mejores que los hombres. TAMPOCO.


Es natural para la mujer ser femenina, es natural para el hombre ser masculino. Es natural que lo femenino sea complicado y que lo masculino sea, no sencillo, sino SIMPLE. No es etiqueta, ES NATURALEZA.


¿Pero a qué me refería yo con la etiqueta del rosa o azul? Vamos pues… Recordemos que la raza humana no existe desde hace 2 mil y cacho de años. La raza Homo tiene más de 30’000 años caminando sobre la tierra, evolucionando y poblando el mundo.

Antes de la era cristiana, las mujeres eran consideradas iguales a los hombres en la mayoría de las culturas poderosas. Eran reinas, soberanas, importantes e inteligentes. Eran guerreras, eran diosas, magníficas; tanto implacables como dulces y maternales.


Pero desde hace más de 1’600 años, el emperador Constantino decidió que ser pagano era una aberración y que sólo hay un Dios. Se revolvieron y re-escribieron todos los textos de los evangelios y se inició una nueva era de machismo. Machismo que venía de la aberrante cultura judía, claro está.

Y Jesús no era así. Tanto que su mejor amiga-confidente (y probablemente esposa), era una mujer de gran inteligencia y gracia: María Magdalena. Esa joven hermosa y rica que se entregó en cuerpo y vida a su guía espiritual. Sólo a ella le confesó muchas cosas, le enseñó, le compartió. A una mujer.

Sin embargo, le llaman una prostituta en reforma. No porque vendiera su cuerpo por unas monedas, de lo cual no existe prueba alguna, sino por su libertad.


Gracias a todas las tergiversaciones que hay en la historia cristiana, es que las mujeres no pueden aspirar a algo más que ser una monja. Es la palabra de Dios.

Claro que su Dios no escribió la Biblia… tampoco Jesús. Probablemente los libros no fueron redactados por dichos apóstoles y, los que sí fueron escritos por ellos, ya no tienen mucho de la idea original. Recordando también que los originales de por sí ya se contradecían entre ellos, y en todos se manifestaban claramente los sentimientos de envidia hacia la relación de María Magdalena con el Mesías. Por lo cual se ha denigrado tanto la imagen de esa mujer.


Ahora es todo un logro que una mujer sea presidente o dueña de una gran compañía. ¡Es algo increíble! No porque sean ‘naturalmente’ incapaces, sino porque su rol ha sido reprimido; y no nada más por el hombre, sino por la mujer misma; la fémina quien, en su ferviente fe hacia una deidad, asume el papel sumiso impuesto desde antes de la era medieval por sacerdotes corruptos.


La mujer es más fuerte emocionalmente que el hombre, y claro está que es capaz de soportar más dolor físico. Sin embargo, su complicada mente y su tierno y materno corazón, le hacen doblar las manos ante un hombre que le habla con seguridad.



No, no soy feminista… de hecho el feminismo me parece una completa estupdidez.

No, no soy cristiana. Me resulta imposible creer en una deidad.

Soy una fémina que está un tanto inconforme por el rol que la mujer debe desempeñar en nuestra sociedad. ¿Liberación femenina? Mis polainas! Libres hemos sido siempre. Siempre hemos sabido cómo piensan los hombres y tenemos toda la capacidad de manipularlos a nuestro gusto.

Soy una niña que nació en una familia católica; que fue bautizada e hizo la primera comunión para darle gusto a sus padres… y que, aunque no es mi obligación hacer los ‘deberes propios de una mujercita’ en mi casa y hasta me recibí de la universidad, no se me otorgan las mismas libertades de las que gozaba mi hermano cuando tenía mi edad. Se me cuida más y se espera de mí que haga lo que una buena mujer debe hacer.


En mi casa se respiran los últimos aires del machismo católico. Ese que la iglesia ha tenido que aceptar poco a poco, desde el mismísimo Vaticano.


Pienso yo… es algo bueno o malo? Si lo vemos del otro lado, el machismo se traduce también a la caballerosidad. Para qué abrirle la puerta o cederle el asiento a una mujer, si ella es igual que el hombre? Por qué no nos abre ella la puerta? Para qué pagarle el boleto del cine? Para qué ir por ella a su casa?

Para qué estarla checando cuando sale? Ella sabe lo que hace, es igual que un “vato”. Para qué procurar que se case con un hombre de bien, que la cuide y le tenga siempre lo mejor? Que se cuide sola! Es más, que a los 18 años se busque su propia casa!


En cierta forma, el machismo no es otra cosa que aceptar la superioridad femenina, ocultándose tras una careta de denigración.

Antes de la “Liberación femenina”, un hombre era capaz de todo por verle los tobillos a una jovencita. Ahora sólo tiene que abrir un explorador de internet, cambiar de canal a la televisión o asistir a X evento para ver a mujeres semidesnudas… o desnudas.


Libres hemos sido siempre, la diferencia es que ahora hemos probado que podemos ser exitosas, poseer cosas que la era cristiana nos prohibió y que no necesitamos hombres para ser felices.


Ahora me pregunto, después de decenas de miles de años, ¿Cuándo vendrá la liberación masculina?



Supongo que cuando a los padres no les de pena arropar al niño en una cobijita rosa :)